A menudo escucho “Una canción de tu Patria” de Álvaro Esquivel –interpretada por Gaviota- y no puedo evitar retroceder en el tiempo y recordar con nostalgia mis paseos por las calles y avenidas de la Costa Rica de hace algunos años.
Empero, inmediatamente después aparece como una gota de agua fría la inevitable comparación con la insegura Costa Rica de hoy en día.
No quiero redundar en el problema de inseguridad que afronta la ciudadanía costarricense, solo quiero hacer hincapié en la necesidad de un cambio, del cual todos deberíamos ser parte.
Para entender un problema primero hay que encontrar las causas y partir de ahí para buscarle solución.
Los factores que han empeorado la problemática delictiva que enfrentamos hoy en día, sin duda, son varios y sin mayor control: desde la libre importación de ideas y manos criminales, el trato periodístico que dan al tema los medios de comunicación que a veces hacen de sus reportajes verdaderos manjares sangrientos, la influencia de la tecnología pues los jóvenes se auto-programan con violencia mediante juegos electrónicos y televisión sin censura, hasta quizás la causa más influyente y primordial de todas, la desintegración de nuestras familias.
No voy a defender a los delincuentes, sin embargo, hay que entender que la mayoría de ellos son víctimas de nuestra misma sociedad que primero les desintegra un núcleo familiar y luego no les presenta dignas alternativas de readaptación social.
Hago esta mención porque recientemente sonó la alarma de emergencia en el gobierno para implementar medidas de cambio. Se habla de las polémicas contravenciones, de la creación de un único expediente criminal, de la intervención de llamadas, de crimen organizado, y otras medidas que traerán una imperativa mano dura y que quizás ayudarán como fuerza disuasiva a corto plazo, pero es importante también pensar a largo plazo y enfrentar el problema desde su fase de gestación.
Por eso, se debe poner mayor énfasis en programas preventivos y de educación, porque al fin y al cabo lo que se debe lograr es reeducar a nuestra sociedad y guiar a nuestra juventud.
La mejor lucha contra el crimen, la violencia y la drogadicción es la educación, y la educación se logra con buena comunicación, y comienza en el hogar.
Como mencioné anteriormente, lo más básico en esta pirámide de factores y causas es la integración familiar, y es allí donde se debe empezar.
Debemos recuperar y fomentar el significado de “integración de familiar”…
Además, creo que paralelamente a las medidas que el gobierno busca implementar, es necesaria la creación de centros de prevención de delincuencia, de capacitación deportiva (hace falta una academia nacional de deportes), y de talleres vocacionales donde delincuentes o potenciales delincuentes le encuentren un nuevo significado a sus vidas, con motivación e incentivo. En otras palabras hay que presentarles alternativas sociales donde puedan valorarse a sí mismos y sentirse plenamente aceptados y útiles a la sociedad.
Todo un país aplaude y agradece la iniciativa del gobierno, pero también queda a la espera de las otras iniciativas paralelas para complementar este plan.
Dicen por ahí que la fe es lo último que se pierde… Pues bien, yo nunca he perdido la fe en nuestra sociedad costarricense, y sé que podemos formar artistas y deportistas de alto nivel en vez de delincuentes.
No pierdo la fe de poder disfrutar una vez más de las calles y avenidas de Costa Rica como me hace recordar aquella interpretación de Gaviota…
* Randall Álvarez, para Revista PH Costa Rica.