Es cierto que ya han pasado varios días desde que se jugó el partido entre Roma y Juventus y, que fue el tema de conversación hasta que llegaron los partidos de la Champions, sin embargo, no me puedo quedar sin lanzar mi pequeño comentario de repulsión con respecto a lo acontecido el sábado pasado en el estadio Olímpico.
* Randall Álvarez, Serie A en ESPN.
Este enfrentamiento se ha conocido últimamente como el “Derbi del Odio” por la enemistad y gran rivalidad que existe entre ambas instituciones.
Para esta edición del duelo existía el ingrediente Capello-Emerson-Zebina que daba una excusa más para reabrir viejos recelos y firmar un pacto para “saldar cuentas” pendientes en especial con el técnico, quien de la noche a la mañana se fue de Roma como todo un fantasma, sin avisar, y de paso llevándose a dos fieles pupilos hacia la capital del Piamonte.
El dolor de los romanos –por la supuesta traición del Mister- se entiende, pues en días más dulces vistió esa misma camiseta y ya como técnico, les trajo buenos momentos con un Scudetto (2001) y dos subcampeonatos (2002 y 2004).
Fabio Capello había dejado su firma táctica y triunfal, y en retorno había recibido mucho cariño de los tifosi en la Ciudad Eterna -por lo menos al principio.
Pero, ¿quién dice que un técnico no puede cambiar de equipo?
Fabio Capello, como cualquier otro timonel en su derecho, decidió buscar un nuevo horizonte, en lo futbolístico y a nivel personal.
¿Que le debe explicaciones a los aficionados?
Habría que encontrar el verdadero motivo de su decisión.
Solo él lo sabe pero quizás en este mismo rencor que le demuestran los aficionados están las razones de porqué se fue....de eso no habla don Fabio, no da explicaciones de su partida, a mi no me las dio cuando conversamos hace algunas semanas, ni se las va a dar a los millones que aún lo andan buscando en Roma.
Con la espinita muy adentro, desde hace tiempo los romanos esperaban el retorno obligado de don Fabio al lugar de los hechos.
Pero más allá de la forma en que se comportaron los aficionados, que le expresaron sus sentimientos a los “traidores”, lo que me llamó la atención fue la forma en que los jugadores de la Roma los querían expresar en el terreno de juego: con poco Fair Play.
El mensaje fue a gran voz y en ciertos lances del partido se notó una cierta mala intención.
Claro, aquí hay que hacer un paréntesis y darle al árbitro de turno Salvatore Racalbuto su parte en la batalla campal que se desató bajo su bendición.
Primero que nada, como dictaría la lógica, este partido de alto riesgo debió haber sido dirigido por Pierluigi Collina pero como ya lo había anunciado Jose Mourinho –porque a él se lo sopló un ángel- a Collina no lo seleccionaron en la jornada de Italia porque tendría actividad en la Champions esta semana, y esa es la norma. Por cierto, el asistente Narciso Pisacreta, cómplice de Racalbuto en la jugada del falso penal, fue asistente 1 de Collina en el partido de la Champions (Chelsea-Barcelona).
Aparte del papelón arbitral, que ojalá no se vuelva a repetir por el bien de la Serie A, la actitud de algunos jugadores romanos es lo que me preocupa.
Aún estoy esperando una posible sanción y multa para Leandro Cufré porque fue uno de los que más pegó, y menos lo trató de disimular, inclusive existe una toma que captaron las cámaras cuando le propinaba una bofetada sin balón a Del Piero.
En mi libro, eso merece algún jaloncito de orejas por parte del Comité Disciplinario de la Lega Calcio; o la misma actitud, a ratos antideportiva, del capitán Totti, posiblemente el que más rencor siente contra Capello.
Queda claro que a estos señores, que tanto dinero ganan y que representan el deleite de millones durante 90 minutos, se les olvidó que estaban allí para jugar un partido de fútbol de la máxima categoría, en una de las más –sino la más- importantes ligas del momento.
Sabemos que el fútbol genera pasión que a veces se puede llamar “alta tensión”, pero eso es una cosa, otra es cuando la mirada de un jugador hacia sus rivales delata algo más.
Creo que gran parte de la responsabilidad en esto viene de arriba en cada equipo.
Es cierto que los jugadores son los que saltan a la cancha y a veces hacen lo que quieren bajo sus propias normas, pero el deber de los dirigentes y técnicos es aconsejar y educar a estos jugadores en situaciones como estas.
¿O es que los jugadores en esta ocasión recibieron licencia para saldar cuentas pendientes?
No lo sé, sólo espero que no haya sido así, y que lo que se vivió en el Olímpico quede en el pasado, porque estos jugadores no llegaron a jugar, y no es justo que por un rencor se estropee lo que siempre y ante todo debe ser un espectáculo...
* Randall Álvarez, Serie A en ESPN.